La trascendencia evolutiva del pescador

Autor: Francisco J. Miranda Avalos, Presidente de la J. Directiva de la ONG Oannes

martes 29 de junio de 2021

La trascendencia evolutiva del pescador

Sentado frente al mar reflexionaba sobre mis largos años como pescador. Mi primera pesca fue a los 8 años: una anguila capturada en el viejo muelle de madera de Lobitos, en Talara; hoy desaparecido. 


Pero más allá de la anguila, recordaba como mi padre se dio el tiempo de llevarme a pescar aquel domingo al muelle, y ante mi gran insistencia se tomó el trabajo de convencer a un viejo pescador amigo suyo, cuyo nombre no recuerdo, que se dio el tiempo de enseñarme a armar un cordel simple con anzuelo y plomo. Mi padre no era pescador, era militar y de pesca no sabía mucho, por no decir nada.


Por alguna razón que desconozco, mi obsesión por la pesca se manifestó desde muy pequeño, y creo que comenzó con la lectura de mi primer libro, también un regalo de mi padre: “La Isla Misteriosa” de Julio Verne. Una historia fantástica de un grupo de sobrevivientes que escaparon de la Guerra Civil Norteamericana en un globo aerostático, que los lleva con los vientos de una enorme tormenta a una isla inhóspita y deshabitada en el centro del Pacifico, fuera de todas las rutas de navegación.


Allí la supervivencia era el reto, un reto que comienza a vencerse con la ciencia, cuando el líder del grupo, un hombre de ciencia, logra encender el primer fuego con la óptica de sus lentes que concentran la luz del sol en un atado de paja. Así la pesca, la caza y la recolección se convierten en fundamentales para la supervivencia del grupo.


Pasados los años, me tocó ser alumno de Historia I, un curso que dictaba el Dr. Franklin Pease, en la Pontificia Universidad Catolica (PUCP). Pease, en ese curso trataba sobre los inicios de la civilización, las comunidades tribales y la importancia de la pesca, la caza y la recolección para la supervivencia de los primeros humanos hábiles.


La forma más primitiva de los artes de pesca, es sin duda la lanza, una variación lógica de lo que los humanos aprendimos de la cacería en tierra, por lo que pasearse por los charcos de ríos, lagos, lagunas o las orillas del mar, representaron el primer reto del cazador-pescador, que no solo tuvo que vencer al pez que luchaba por escapar de sus lanzamientos, sino también por el reto que significaba en nuestras mentes calcular la refracción de la luz, por que el pez se movía en un medio más denso que el aire. 


A diferencia de un lanzamiento en tierra contra un animal mayor, donde la técnica para arrojar la lanza implicaba que nuestro cerebro calculara empíricamente la velocidad del viento y la parábola. La refracción de la luz en el agua nos hacía ver un pez en una posición en la que no estaba, y debimos aprender a calcular la posición relativa.


Muchas genialidades se desarrollaron para pescar o cazar: la lanza, la red o las trampas, pero fue el anzuelo, el que motivó que la mente del primitivo pescador se proyectara más allá, utilizando su ingenio para el desarrollo de un arte, que nos abrió la puerta de las presas mayores. Imagino la mente de aquel pescador, con cientos de horas de paciente observación y de pruebas, tallando huesos, conchas o espinas, hasta lograr capturar aquel sabroso pez, que veía acercarse a la costa y que no podía hacer suyo…hasta que lo logró. Aquel día dejó de ser cazador-pescador y se convirtió en pescador, una categoría especial en la tribu, que le dio algunos privilegios, sin duda.


El empirismo del pescador, es algo que siempre he admirado. Pero a pesar de que parece un conocimiento básico, existe mucho de ciencia y se necesita de ella. Y los pescadores, pronto se dieron cuenta de aquello. Hoy miles de años después, la pesca sigue existiendo gracias a la ciencia.


No solo porque la ciencia permitió el desarrollo de miles y diversas artes de pesca, sino porque aprendimos a meternos en los cuerpos de agua y a sobrevivir en objetos flotantes para llegar a aquel pez que es nuestro objetivo. Hoy la ciencia abre otros caminos o senderos.


Hemos aprendido que los recursos se agotan y las especies se extinguen, pero que si somos selectivos y prudentes, podemos administrarlos para que sean sostenibles, de la misma manera que en tierra, la humanidad logró la sostenibilidad de algunas aves, cerdos o bovinos; hoy estamos aprendiendo que podemos hacer lo mismo en el mar. Y eso marca un fantástico hito en la historia de nuestra civilización. 


En algún momento en la tierra el hombre dejó de ser cazador y recolector, para ser agricultor y ganadero, generando con este cambio comunidades pujantes con gran crecimiento. Hoy el conocimiento de milenios, nos está llevando a dar este gran paso en los ríos, lagos, lagunas y el mar, en algunos años más, técnicas como la agricultura, acuicultura o acuaponia serán las que nos proporcionen los alimentos.


Pero la caza y la pesca, no desaparecerán, porque son actividades primigenias que nos llevaron a esos altos niveles de civilización. De hecho hoy en día, nuestra capacidad de manejo y administración de recursos, permite la explotación sostenible de algunos de ellos, tanto en tierra como en el mar. Los cazadores de renos de la Siberia, hoy son manejadores de manadas; los antes leñadores, hoy son administradores forestales que siembran diez árboles por cada uno que extraen, explotando los recursos de manera sostenible y aquí los peruanos estamos logrando lo mismo con la anchoveta…pero es solo uno de los muchos recursos del mar. 


Cuando escucho o leo a muchas personas hablar de que la anchoveta es un recurso depredado, solo puedo sonreír, y ya ni siquiera me manifiesto, porque comprendo en mi silencio que aquel que dice eso, no tiene ni la más mínima idea de todo el proceso y trascendencia que contiene la vida y la historia de los pescadores y sus pesquerías.


La historia de la pesquería de anchoveta está llena de errores y aciertos, que han permitido a pescadores y científicos ir haciendo ajustes en los mecanismos de explotación, que han logrado que en los últimos 10 años el promedio de capturas sea estable, generando riqueza y trabajo directo e indirecto, a una enorme comunidad de más de 750 mil personas en el Perú. Hoy se ha aprendido mucho y seguramente falta mucho que aprender.


La sostenibilidad de la pesquería de anchoveta y de otros muchos pequeños pelágicos en el mundo, han sido claves para lograr el actual crecimiento de la acuicultura, principalmente de especies carnívoras, las más rentables y generadoras de riqueza, grandes demandantes de proteínas y aminoácidos esenciales para un crecimiento rápido y rentable en el proceso de crianza. Pero aun asegurando la sostenibilidad de los pelágicos menores de todas las pesquerías del mundo, existe un límite; que determina precisamente el crecimiento de la acuicultura y eso implica explorar otros ingredientes en para el pienso, como las harinas de insectos, gusanos, o algas.


Pero todo eso no significa que ingredientes como la harina y aceite de pescado, o los mismos pequeños pelágicos con los que se producen estos ingredientes, dejarán de ser importantes u obsoletos, por el contrario, solo incrementaran su valor, hasta que llegue un momento en que su precio en el mercado, solo justifique la inclusión en productos destinados exclusiva y directamente a la alimentación humana. 


En el mar existen muchas otras especies, muchas otras pesquerías, y muchísimas otras formas de explotación de recursos. La mayoría de los recursos que no han seguido el camino de la industrialización que han seguido los pequeños pelágicos, tienen otros procesos diversos para llevarlos directamente al consumo humano. Y la ciencia con los pescadores están trabajando para lograr la sostenibilidad de cada uno de ellos, paso a paso, especie por especie, un largo cambio evolutivo donde la asociación ciencia-experiencia nos muestra cual es el camino más exitoso para asegurar la supervivencia y seguridad alimentaria de la gran tribu humana.


Amigos pescadores hoy en nuestro día, reflexionemos en algo que es fundamental y que determinará nuestra trascendencia histórica: nuestra capacidad de compartir nuestra experiencia con la ciencia. No somos dos bandos separados, somos complementarios.


¡Feliz día del pescador!