Fuente: Mis Peces, Vigo

Perú - De la laguna a la mesa en 3 horas

martes 14 de enero de 2020

Perú - De la laguna a la mesa en 3 horas

El viaje de la trucha alto andina de Canta a los mercados de Lima
13.01.2020

Seguramente nada hacia sospechar a J. R. Mitchell y B. T. Colleg que aquellas primeras ovas de trucha arcoíris que importaron desde Estados Unidos hasta el Perú en la década de los años 20 del siglo pasado para hacer el deleite de su pasión por la pesca deportiva, serían, 100 años después, la principal especie piscícola producida del país.

Las primeras ovas de trucha arcoíris fueron introducidas por el puerto del Callao por estos entusiastas de la pesca, y llevadas a un estanque cercano al río Tishgo y a la laguna Chinchacoya, próximo a una mina donde, Mitchell, peruano, y Colleg, médico estadounidense, trabajaban.

Posteriormente, según explica una revista minera de la época, Mitchell obsequió con 50 ejemplares de trucha arcoíris a Juan Morales Vivanco, quien las llevó a Quichay, un poblado del distrito de Ingenio a orillas del río Chiapuquio. Más adelante, el tiempo y la perseverancia hicieron que en esta ubicación se pusiera en marcha el Centro Piscícola El Ingenio, el cual sigue operando todavía en la provincia de Concepción, en Junín.

Hoy en día, la trucha arcoíris es un recurso adaptado a las condiciones de los espejos de agua peruana y se encuentra totalmente incorporada en la dieta, la seguridad alimentaria de los pobladores alto andinos del país y es generadora de riqueza y sostenibilidad.

Según cifras oficiales de la Oficina de Estudios Económicos del Ministerio de la Producción, en 2017 se produjeron en el país 54.424 toneladas métricas de esta especie, de las cuales, el 83 por ciento, provienen de Puno, una región donde la trucha es una alternativa para la diversificación económica y social de su población.

Sin embargo, no hay que salir de la provincia de Lima para poder conocer de cerca la situación de la trucha en el país y su potencial socioeconómico en la zona alto andina. Con objeto de conocer más de este recurso, y su papel en la seguridad alimentaria de la población, hemos emprendido un viaje hasta la laguna Chuchún, a poco más de 100 kilómetros de la Lima donde habitan más de 8,5 millones de potenciales consumidores de este recurso.

El viaje, es de poco más de 3 horas de subida por la rivera del río Chillón, y como cabía esperar, es un espectáculo visual, con una carretera adecuada para la distancia y el tráfico rodado. Antes de llegar a Canta, durante el recorrido, nos vamos topando con pequeñas granjas que operan bajo el sistema de cultivo de trucha en tanques de concreto (cemento), con sus diversos compartimentos para las fases de alevinaje, juvenil y engorde. Algunas están en uso, otras no.

Aco, Huacapampa, Piscis, Vilcapoma, El Solar, son algunas pequeñas explotaciones. También destaca la piscigranja comunal de Pariamarca que está financiada por 100 comuneros.

Nuestro objetivo, no obstante, es continuar nuestra subida por el Chillón hasta llegar a los 4.500 metros de altura sobre el nivel del mar, donde se ubica la laguna Chuchún, un paraíso natural de agua cristalina procedente de los deshielos de la Cordillera de la Viuda a 10 ºC. Allí nos vamos a encontrar dos producciones de trucha arcoíris en jaulas, una de ellas es la de Inversiones Productivas Acuicolas Roblemar S.A.V; y no muy lejos, ya de bajada con un centro de alevinaje.

Esta laguna, junto con la de Choclococha, en Huancavelica, a 4.600 metros de altitud, son probablemente dos de las ubicaciones donde se produce la trucha arcoíris a mayor altura del mundo. Sin embargo, la de Chuchún tiene una ventaja competitiva sobre la de Huancavelica, y es, su proximidad a Lima, principal destino y lugar de consumo de la trucha.

Esta circunstancia hace más que atractiva la idea de combinar la actividad acuícola con otra gastronómica recreativa, algo que, de momento, se hace de manera testimonial. Otro dato que no se puede pasar por alto es que, en poco más de 3 horas, un limeño puede darse el gusto de degustar una trucha más que fresca.

A estas ventajas se añaden otras herramientas que el Gobierno del país ha puesto en marcha hace tiempo, como la Ley 29482 de Promoción del Desarrollo de Actividades Productivas en Zonas Alto Andinas, que permite a la fiscalidad importantes exoneraciones de impuestos de 3ª categoría, como el impuesto de la Renta, tasas arancelarias a las importaciones de bienes de capital con fines de uso productivo, o la exoneración del IGV.

Además, aquellos productores que estén formalizados, podrán acceder a la financiación que ofrece FONDEPES (Fondo Nacional de Desarrollo Pesquero) con el que el gobierno peruano concede préstamos a bajo interés para que los productores pesqueros y acuícolas puedan acceder al crédito.

Este fondo Estatal, según informó recientemente, en 2019 entregó 12,83 millones de soles (3,46 millones de euros) a pequeños productores de pesca artesanal y acuicultura del país. De este total, el 22,98 por ciento fue entregado a mujeres emprendedoras, tendencia que viene creciendo desde hace algunos años (valga el dato).

Este apoyo se brinda a través de la Dirección de Proyectos y Gestión Financiera para el Desarrollo Pesquero Artesanal y Acuícola (Digeprofin), responsables de extender productos financieros para promover la pesca y la acuicultura en el país. En materia acuícola a través de Digeprofin los productores pueden verse subvencionados en la compra de alimento balanceado, adquisición de materiales y equipos, compra de ovas y alevinos, ampliación de infraestructura y otros.

Aunque breve, ha sido una experiencia intensa que me ha atrapado y me hace reflexionar sobre la importancia de asegurar que la trucha arcoíris siga siendo un recurso cada vez más importante para estas poblaciones alto andinas, ya que permite, de una parte, mejorar la nutrición y seguridad alimentaria de sus pobladores. De otra parte, el soporte de la acuicultura, tanto en la selva como en las regiones alto andinas genera alternativas de riqueza y permite cambiar la percepción local sobre la minería ilegal mejorando progresivamente sus ingresos económicos, generando consecuentemente oportunidades para su inclusión productiva.

Finaliza nuestra visita, no sin antes prometer volver, y con la esperanza puesta que este interesante número de pequeñas producciones de trucha arcoíris se vean potenciadas y mejoradas.