¡El jurel, caballa y el bonito estan baratos!…¡señor Ministro haga algo!

Autor: Francisco J. Miranda Avalos, Presidente de la J. Directiva de la ONG Oannes

miércoles 17 de febrero de 2021

¡El jurel, caballa y el bonito estan baratos!…¡señor Ministro haga algo!

¡El jurel, caballa y el bonito están baratos!…¡señor Ministro haga algo!


Y seguramente el ministro hará algo, pero esperemos que lo que haga sea lo adecuado, correcto y ético, porque cuando la política se mezcla con la pesca, el mundo se pone al revés.


Como peruano y pesquero ¡qué bueno que el pescado esté barato!…es hora de comer pescado, procesar pescado congelandolo para que dure 2 años y haciéndolo conserva para que dure 4 años. El mar nos da oportunidades y no se deben desaprovechar.


Pero ¿Por qué hay gente que se queja del pescado barato? ¿Quién se queja? Seguro que no son los 30 millones de peruanos dueños de los recursos del mar peruano, ávidos de alimentación nutritiva a bajo precio. Se quejan los artesanales; ¿pero qué artesanales?. Y ese es el punto.


En Oannes desde hace mucho tiempo que venimos diciendo que la norma que define la pesca artesanal en el Perú, está desfasada y mal concebida. La pesca artesanal se define por su barco y el uso de sus artes de pesca, no por los actores. Además, el estado promociona equivocadamente una actividad, que no está adecuadamente definida, sobre la premisa de que puede ser el refugio de desposeídos o gentes sin trabajo. Pero todo eso es populismo, porque los recursos no son infinitos y cada tipo de recursos tiene su medio ambiente o ecosistema y no existe una administración ecosistémica de los recursos. 


Además olvida lo más importante, la actividad pesquera artesanal es ancestral y existen pescadores artesanales profesionales, que de generación en generación ven que todo el mundo quiere ser pescador y que cada vez sus recursos escasean más y más. ¿por qué pasa eso?


Para comprenderlo, repetiremos una vez más nuestra concepción. La ley dice que la pesca artesanal en el Perú, se define por todas embarcaciones que no tengan más de 15 metros de eslora, 32.56 M3 de capacidad de bodega y que el uso de su artes o aparejos debe tener un predominio manual…y no dice nada más. Por otro lado, exonera a la “pesca artesanal” de impuestos y otras responsabilidades como el pago de derechos de pesca, además de la permisibilidad de pescar dentro de las 5 millas creadas para la protección de la reproducción de las especies, y el crecimiento de los juveniles, donde la actividad pesquera artesanal era permisible, por su “bajo impacto o esfuerzo pesquero”, por ello además no estaban sujetos a vedas. 


Desorden de la Pesca Artesanal


Esta permisibilidad creó una ventana “promocional” donde aquel que tenía la posibilidad de comprar o construir una embarcación, encontró el espacio perfecto y el incentivo perverso para un emprendimiento en la pesca.


Sin embargo, la norma en realidad pretendía proteger al pescador artesanal de orilla, de costumbres y conocimientos ancestrales, que podía ser embarcado o no, pero que practicaba una pesquería que efectivamente era de bajo impacto. Por qué sus artes de pesca eran selectivos y sus embarcaciones pequeñas, tanto así que nunca se alejaba de la distancia de la vista de la costa o del litoral de las pocas islas que tiene el Perú en su costa. Ademas, su esfuerzo pesquero se concentraba en caladeros ubicados sobre fondos rocosos, planos o cavernosos, y desembocaduras de los ríos, con profundidades no mayores a las 30 brazadas (aproximadamente 1.8 Mt x brazada), donde estaban los recursos que eran el objetivo de su pesca.


Pero la ventana “promocional” abierta, dejó pasar a un tipo distinto de “pescador artesanal”, que en realidad era un “armador artesanal”, ya no el viejo pescador que se compraba una lancha más grande para mejorar sus condiciones de trabajo, sino a un depredador que invertía en una lancha, para obtener sendos beneficios de la pesca, de las exoneraciones que el estado le brindaba y contrataba sin beneficios sociales y sin control alguno a decenas de personas que no tenían trabajo; y por supuesto también entre todos ellos, varios marginales. 


De pronto aquel pescador artesanal de orilla selectivo y cuidadoso del medio ambiente que usufructuaba, se encontró en competencia con tipos sin escrúpulos ni conocimientos ancestrales, que comenzaron primero a depredar los recursos del borde costero, con numerosas malas practicas: la pesca con explosivos, uso de redes con mallas ciegas con medidas prohibidas, el chinchorro manual y mecanizado, uso de redes de encierro con apoyo de buzos, irrespeto a las tallas mínimas, intromisión de bolichitos y pequeñas arrástreras, extracción desmedida de mariscos por buzos con compresoras, devastación de praderas de algas y chórales, pesca nocturna, etc. El ingenio del hombre para la depredación desmedida no tiene límite.

Bolichitos pescando dentro de las 5 millas


Muchos de estos “armadores artesanales” ganaron dinero maltratando sin la más mínima consideración a aquellas gentes sin trabajo que buscaban una oportunidad en la pesca. Las exoneraciones les permitían ganar mucho dinero y la falta de control les permitió contratar tripulantes sin documentos, prestaciones sociales, laborales o seguridad básica en el mar.


Pronto algunos compraron más y más lanchas, descubrieron el negocio de la pota y el perico y crecieron más y más. El dinero comenzó a correr y también descubrieron que podían comprar políticos, dirigentes o periodistas para defender sus intereses, aunque estos vayan en sentido contrario al de los demás peruanos, que son también dueños de los recursos que ellos usufructúan.


De los 12,000 pescadores artesanales de orilla que eran hace 20 años, todos eran selectivos. Pasaron a ser más de 70,000 y hoy algunos de sus dirigentes, se llenan la boca diciendo que sobrepasa los 100,000. Una cifra mayor les da mayor poder político.


Pero del pescador artesanal de orilla selectivo, ya casi no queda nada más que el recuerdo y unos pocos que aun agrupados en OSPAs, no son de interés del ministerio o de los administradores de turno.


Sin embargo, los caladeros de estos pescadores artesanales de orilla, pueden recuperarse con políticas de gestión marina costera y este mismo pescador artesanal tiene en la acuicultura una opción de futuro. Por qué antes que pescadores, son gente de mar.


Las diferencias entre la pesca formal y la pesca artesanal, son enormes. La pesca formal no tiene ninguna exoneración, cumple con las prestaciones sociales, laborales y sanitarias, cumple con las vedas y diversas disposiciones destinadas al control y la sostenibilidad de los recursos que usufructúa, paga mejores salarios a sus tripulantes, tiene un tratamiento de primer orden para las capturas, con embarcaciones modernas y eficientes, paga impuestos y derechos de pesca, además de otros diferentes pagos de apoyo a los trabajadores y de su propia supervisión.


Esta pesca formal, es la que está pescando jurel, caballa y bonito, colocando estos productos a un bajo precio en el mercado. Y los que protestan por el bajo precio, son los armadores artesanales, cómodos empresarios beneficiados por el estado por una mala política pesquera que se mantiene desde hace más de 20 años.


Debemos diferenciar al pescador artesanal, existe el pescador y el armador. El segundo debe salir del régimen de beneficios que le brinda la pesca artesanal. Lo que no significa que no podamos crear un régimen especial y “ad hoc” para ellos, con la finalidad de que comiencen a contribuir con el erario nacional y no con los bolsillos de políticos, dirigentes o periodistas que ahora defienden sus intereses en contra del peruano que puede acceder a un pescado barato y abundante, gracias a las empresas pesqueras formales.


¡Señor ministro haga algo!…no se deje engañar.