La cofradía del pescador, una comunidad por entender

Autor: Francisco J. Miranda Avalos - Presidente de la Junta Directiva de OANNES

miércoles 31 de agosto de 2016

Solo hace unos minutos termine una llamada telefónica con un gran amigo capitán de pesca. Me contaba recién llegado a puerto, que el viento le cayo fuerte a 80 millas de Paracas en Pisco, con mas de 25 nudos y olas de casi 4 metros, que lo obligaron poner rumbo a costa, con viento en popa por babor y ponerse a salvaguarda en El Chaco.


“Escenario complicado el de las fiestas marineras”, pensé. Y recordaba una oportunidad en que con un Zodiac de quilla inflable de solo 4 metros de eslora y motor de 40, se nos hizo tarde en las Islas Chincha, a 19 Millas de Paracas y tuvimos que enfrentar una “Paraca” de proa y si le dábamos mucho al motor, el viento levantaba el bote, haciéndolo volar como una cometa…hicimos casi tres horas de navegación y llegamos con la ultima gota de gasolina, totalmente embarrados con el polvo de la península mezclado con agua salada y muy probablemente con los riñones totalmente fuera de su lugar.


No se cual experiencia marinera es mas fuerte o temeraria, la verdad no importa, no es una competencia de temeridades, ni mucho menos. Es solo una comparación de experiencias que permite la comprensión de una vivencia fuerte y complicada, donde tu mente se concentra solo en la supervivencia y llevar a salvo a tus compañeros de viaje, para ver una vez mas a tu familia y a tus amigos.


Estas experiencias marcan fuertemente a un navegante, sea pescador artesanal, industrial, navegante deportivo o mercante. Son mas o menos intensas, en función al tipo de embarcación en la que viviste la experiencia; en un bote pequeño como una embarcación artesanal, suele ser lo mas cercano a estar metido en una licuadora.


Las “fiestas” en el mar, son mas frecuentes que lo que un cristiano común y corriente imagina, sobre todo en estos mares que no son tan precisamente pacíficos, ni exageradamente tormentosos como el Mar del Norte o el Mar de Bering…!felizmente!. Pero sea como sea, el peligro y riesgo de vida es onmipresente en la gente que trabaja, vive o gusta del mar, y eso es precisamente una vivencia que nos une con lazos muy estrechos. Mi amigo capitán y otros muchos mas, me llaman a contarme sus vivencias por que saben que las comprenderé y sobretodo, están seguros que no me parecerán increíbles.


Mucha gente de escritorio, suele pensar mas o menos de esta manera “los pescadores son pobres y hay que ayudarlos a ganar mas dinero, generándoles mas trabajo”, pero pueden estar seguros que la gran mayoría de pescadores, cuando llegan a puerto, solo quieren ver a sus mujeres, sus hijos, comer algo rico, sacarse la sal con agua fresca, beberse un par de tragos y dormir en una cama suave que no se mueva.


Otros piensan que es una costumbre del pescador “beberse sus ganancias en cerveza o ron”, puede que sea cierto, pero también es parte de una idiosincrasia, donde el “curarse del susto” amerita algunos vasos de alcohol entre amigos. El problema por supuesto, son los excesos y las consecuencias de los mismos.


Pero ¿el pescador, sobre todo artesanal, merece nuestra atención y apoyo?, por supuesto que si. Y las razones son simples, se trata de una comunidad o cofradía, con bases ancestrales, muy valiente, e inteligente por su alimentación en proteínas marinas, pero con muy pocas oportunidades para una educación de calidad; que forman parte del contexto de una incomprensión cultural de larga data, donde el que sabe mas, se aprovecha del que sabe menos, configurando un escenario de inequidad e injusticia, que produce vicios sociales, como los “intermediarios comerciales” que con menos riesgo, ganan mas dinero que el pescador y convierten su digno trabajo en una suerte de esclavitud, donde mantener al pescador sin conciencia del mundo que lo rodea y sus interacciones, merced a su falta de educación, es parte del secreto de sus ganancias. Sin embargo lo mas lamentable, es que el gran esfuerzo y sacrificio del pescador, deja poco o ningún beneficio a su comunidad.


Entonces surge otra pregunta importante: ¿Cómo rompemos el circulo del intermediario comercial, para que el pescador obtenga mejores ganancias?. Tal ves no hemos podido hacerlo, por que en vez de combatirlo, lo alimentamos. Puedo decir que es un hecho que un estado sin una política pesquera o acuícola, solo asegura la supervivencia de los intermediarios comerciales, sin mayor beneficio para el pescador o pequeño productor.


Un Desembarcadero Pesquero Artesanal (DPA), la obra máxima de la que se vanagloria un gobierno que no comprende al sector, demuestra desde su concepción, la falta absoluta de comprensión de la problemática de las poblaciones costeras interrelacionadas con la primera pesquería del mundo. Esta diseñado solo para lavar y enhielar la pesca, abasteciendo los camiones frigoríficos de los diferentes intermediarios, que despachan sus cámaras llenas de productos pesqueros, a los mercados de las ciudades o plantas de proceso de exportación, que están fuera del puerto o la caleta de origen, y que poco o nada benefician a la comunidad que rodea al DPA, mas allá del dinero que puedan obtener los que trabajan alrededor de la economía que genera ese DPA. No sirven al pescador, sirven a los “intermediarios comerciales”.


¿Pero que pasaría, si enfocamos la concepción de un DPA para beneficiar a la comunidad familiar del pescador artesanal que vive en el puerto o caleta donde esta el DPA? Tal vez el resultado podría ser otro. Imaginemos que le ponemos a ese DPA una pequeña sala de proceso con una prensa para salpresos, un ahumador, un autoclave, un congelador de placas y una empacadora al vacío. No hablo de inversiones millonarias, hablamos de equipos que permitan una producción de muy pequeña escala. Basada en un pequeño porcentaje de la pesca, que podría quedarse en la zona para darle un valor agregado en forma de productos “gourmet”.


Hablamos de convertir un DPA en una verdadera “incubadora de negocios” local o regional. La “incubadora de negocios” es un concepto interesante, por que permite capacitar a pobladores costeros interesados en la elaboración de diversos productos de valor agregado, e iniciar una producción de pequeña escala que puede brindar servicios de maquila a los emprendedores del puerto y la caleta. Como se trata de elaboración de productos en pequeña escala, una vez que el emprendedor aprende el negocio, deber hacer su propia planta y crecer fuera de la incubadora, dando espacio a otros interesados que podrán ser también capacitados. Esta idea llevaria a muchas dependencias del estado del sector producción a salir de sus capullos y establecerse con todas sus capacidades en un verdadero proceso de descentralización. Un DPA entonces podría tener gente del IMARPE, del FONDEPES, del SANIPES, de lo que queda del antiguo ITP, y del programa “A Comer Pescado”, para brindar todas las facilidades a quien quiera iniciar un emprendimiento de esta naturaleza.


¿Cuáles serian los productos? Los equipos que he mencionado prácticamente los definen: ahumados, salpresos, congelados en porciones para restaurantes, empacados al vacío o elaborados en conservas en vidrio. El bonito, la caballa, el jurel, el congrio, el tiburón, el perico, el erizo, los choros, el pulpo, la pota, ovas de pez volador y hasta las algas son materias primas que pueden procesarse de mil formas y solo la imaginación es el limite.


¿Cuál seria el mercado? Sin duda que esto implica cambiar por completo la matriz de trabajo, le da oportunidades al “intermediario comercial” para hacer una suerte de reingeniería, que permita incrementar los ingresos de una comunidad costera o de núcleos familiares alrededor de pescadores locales. Así como el desarrollo de marcas regionales o locales, que buscaran su nicho en diferentes mercado locales o regionales, como el “Erizo de Atico”, el “Caviar de Volador de Lomas”, la “Mermelada de Algas de Marcona” o el “Bonito escabechado de Ilo”, etc. Pero claro, estos productos aun no existen de esta forma.


Ejemplos hay muchos en el mundo y aquí en el Perú. Tenemos el “Aceite de oliva de Llauca”, los “Chifles de Piura” o las “Tejas de Ica”. En todos los casos son productos de origen regional que se orientan a un mercado “Gourmet” y que han generado una pequeña industria artesanal, muy dinámica y progresista. ¿Por qué los productos marinos de la costa, no podrían ser también generadores de marcas regionales?


El pescador que es eje de una comunidad costera, quiere lo que quiere todo ser humano que trabaja, sacrifica y arriesga la vida por su familia: Un futuro para ellos. Quiere que sus hijos tengan la oportunidad de ganar dinero, de educarse, de formar sus propias familias y de seguir viviendo en donde nació, con servicios dignos de el, de su contexto cultural y familiar.


Si somos capaces de comprender este contexto, de romper mitos y desarrollar innovación con nuevos conceptos, crearemos comunidades costeras vigorosas, donde un saludable anciano y noble pescador, pueda ver el fruto de su esfuerzo, desde la banca del parque de su caleta o puerto, acariciando a su nieto que escucha atento, las vibrantes historias de fuertes vientos y grandes olas, que supo domar y enfrentar para crear, con la comprensión de todos; un mundo mejor.