El Calamar Gigante en el Perú: Una encrucijada entre lo social, la ciencia y la sostenibilidad
Autor: Francisco J. Miranda Avalos, Presidente de la Junta Directiva de Oannes
jueves 2 de octubre de 2025

La crisis acontecida en Paita, en los primeros días de octubre, con protestas, bloqueos y daños a la propiedad, que paralizaron el puerto, son solo el síntoma de una profunda enfermedad que aqueja a una de las pesquerías más importantes del país: la del calamar gigante o pota.
El desespero de un pescador que reclama no poder llevar el pan a su mesa; podría no ser tan real, aunque la problemática sobre cómo gestionar un recurso que parece abundante, pero cuyos límites estamos empezando a comprender, si es real.
En el corazón del conflicto surge un intenso debate técnico que tiene posiciones interesantes que la prensa no revela, generando una guerra de titulares que amerita un análisis profundo.
Por un lado, Luis Icochea, catedrático de la Universidad Nacional Agraria de La Molina, alega que la cuota fija de pota carece de sustento científico. Argumenta que la pota al ser un organismo de vida corta, con una dinámica poblacional extremadamente variable y altamente sensible a las condiciones oceanográficas. No debería tener un Límite Máximo de Captura Total Permisible (LMCTP) fijo. Icochea cree que la gestión debería ser más flexible, basada en un monitoreo continuo y casi en tiempo real, ajustando el esfuerzo pesquero según la disponibilidad inmediata del recurso, no según un número predefinido en una cuota.
Edward Barriga, gerente científico de IMARPE, sostiene que una pesca sin control es "inviable". Reconoce la variabilidad del recurso, pero precisamente por ello enfatiza la necesidad de un manejo precautorio. Barriga representa una posición institucional que ve en la cuota un mecanismo de defensa contra la sobrepesca. Sin un tope, la flota potera, impulsada por la necesidad inmediata y la alta demanda internacional, se lanzaría a una carrera extractiva que podría colapsar el stock, que ha sido declarado totalmente explotado. Asegura que la cuota no es una camisa de fuerza, sino un parachoques necesario contra nuestra propia tendencia a agotar los bienes comunes.
Esta pugna técnica no es un mero intercambio académico. Expone la dificultad extrema de gestionar un recurso hidrobiológico complejo en un contexto de presión social y económica.
De acuerdo con la Ley General de Pesca, solo el Instituto del Mar del Perú (IMARPE) y las universidades pueden hacer investigación marina válida para las decisiones que debe tomar el gobierno de turno, que representa al estado para la administración de los recursos marinos.
La ciencia marina se construye con la recolección de información y con profesionales e investigadores que tengan la capacidad de interpretar todos estos datos y que propongan medidas de administración. En la historia de la investigación marina en el Perú, el IMARPE lleva la delantera, con más de 60 años, produciendo una base de datos gigantesca, de los diferentes recursos marinos del mar peruano. Sin embargo, las universidades se quedaron atrás, quizá por las constantes reformas universitarias y falencias del sistema de investigación académico, basado en la formación de profesionales y científicos, que ha sido a todas luces insuficiente en cantidad y calidad.
Hoy la carencia de profesionales y ciencia universitaria ligada al mar, hace que la brecha entre la academia y la investigación institucional del IMARPE sea enorme. La universidad está formando biólogos en general, ingenieros pesqueros, procesadores de alimentos y acuicultores, porque responde a la demanda de moda, antes que a las reales necesidades nacionales. Los profesionales con visión oceanográfica, estimaciones de biomasa, concepción pesquera o conocimiento en materia de artes o aparejos de pesca, son cada vez más escasos, y doctores como Luis Icochea, Mariano Gutierrez o muchos de los que hoy laboran en el IMARPE, con grandes conocimientos, pareciera no tener reemplazo en las próximas generaciones.
La demanda de doctores y PHD, es enorme, si es que realmente queremos construir la sostenibilidad de las diversas pesquerías nacionales.
¿A quién creerle? ¿Al experto que clama por la flexibilidad o al que alerta sobre los riesgos de la anarquía? Pues a los dos, son visiones distintas. Si el proceso de evolución de las universidades en las ciencias del mar, hubiera sido paralelo al del IMARPE, con la recolección de información e interpretación de la misma, esta visiones distintas que necesita la ciencia, serían poderosas y equilibradas para encontrar el mejor camino hacia la sostenibilidad.
Mientras este debate científico ocurre, en Paita la realidad es cruda y tangible. Los pescadores artesanales exigen el levantamiento de la veda temporal, decretada porque la captura acumulada ya supera las 504,000 toneladas y ya se agotó el primer tramo de la cuota anual. Este 2025, la cuota establecida de 559,804 toneladas, es la segunda más alta en 10 años. La mayor fue el 2022 con 600,000 toneladas.
Los ingresos de los pescadores, como reconoce el propio Viceministro de Pesca, Jesús Barrientos, han caído. ¿Pero es del todo real, o solo es parte de una politización de la pesca que ha comenzado con la temporada electoral?
Icochea, plantea puntos interesantes basados en su experiencia. Sostiene que la pesca de pota es altamente rentable y pone en duda los reportes que indican que los pescadores ganan apenas 500 soles al mes. Como ejemplo, explica que un solo pescador puede capturar hasta dos toneladas en una noche, lo que representaría ingresos de ocho mil soles. A su juicio, el problema no está en la rentabilidad del recurso, sino en la falta de transparencia respecto a los ingresos que se generan en esta actividad.
¿Pero es así realmente? Ciertamente, los números son consistentes, una embarcación que trae dos toneladas de pota, a 4 soles el Kilogramo, recibirá en puerto ocho mil soles… Sin embargo, la distribución de ese dinero tiene porcentajes diferentes para el dueño de la embarcación (armador), el patrón o capitán y demás tripulantes.
Otro punto importante, señalado por el Doctor Icochea, es la ausencia de fiscalización en el manejo de los recursos pesqueros. Afirma que en el Perú “no hay orden, no hay fiscalización”, lo que permite que embarcaciones sin permisos continúen operando libremente. Y a pesar de ser verdad, no es función del PRODUCE únicamente, también de la Marina de Guerra del Perú.
Icochea, apunta a que el problema no es la ausencia de normas, sino el incumplimiento de las ya existentes, lo que genera desorden y problemas sanitarios en la actividad pesquera. También advierte que la actual regulación no permite que empresas peruanas participen en la pesca de pota, lo que termina favoreciendo de manera indirecta a las embarcaciones extranjeras que operan fuera de las 200 millas. Y en eso, desde nuestro punto de vista, tiene toda la razón.
Barrientos, por su lado, lidia con la difícil tarea de mediar entre la evidencia técnica y un descontento social que parece tener más carga política que otra cosa, y defiende la gestión con una frase que encierra toda la tragedia de la gestión pesquera: “No se puede dar algo que no se tiene”.
Los pescadores, en un intento por maximizar su ganancia en un contexto de precios bajos, descargan un gran volumen de pota en pocos meses, saturando el mercado y deprimiendo los precios en un círculo vicioso: a menor precio, más se necesita pescar para mantener el ingreso, lo que acelera el agotamiento del recurso y lleva a vedas más tempranas.
Sin embargo, los bloqueos y actos violentos, aparentemente explicables desde la desesperación, son ilegales y atentan contra el derecho al trabajo de otros. Además, agravan la enfermedad, paralizando la economía portuaria y alejando las soluciones dialogadas.
El gerente científico del Instituto del Mar del Perú (IMARPE), Edward Barriga, acota que permitir la extracción de la pota, sin ningún tipo de regulación, es una práctica obsoleta y carente de fundamento técnico. El IMARPE busca proponer un ordenamiento pesquero que garantice sostenibilidad ambiental, social y económica.
La institución científica piensa que la talla de la pota no puede usarse como único criterio de manejo. La pota tiene comportamientos biológicos diversos y su crecimiento depende de múltiples factores, como las condiciones ambientales y la época del año. Por ello, no se puede establecer una talla mínima de captura sin una base científica robusta. “No es un buen indicador de manejo mientras no contemos con más investigación”, sostiene.
Aquí hay punto clave, que impulsa al IMARPE a ser muy precavido con las recomendaciones para el manejo del recurso. La investigación científica de la pota no es tan robusta, como la que se tiene de la anchoveta, por ejemplo.
Esto es real, y vale la pena mencionar las diferencias entre una pesquería artesanal desordenada y una industrial muy ordenada. Lo mismo que recordar, que diferentes gobiernos han tratado a las pesquerías peruanas sin comprensión alguna. El Vice Ministro Barrientos representando al gobierno actual, asume un pesado pasivo.
Barriga desde la perspectiva del IMARPE, advierte que el sector artesanal enfrenta serias deficiencias estructurales, como la falta de permisos, el incumplimiento de condiciones sanitarias mínimas y un retraso tecnológico significativo respecto a otros países. Y concluye que ordenar el aprovechamiento de la pota requiere no solo medidas regulatorias, sino también una modernización del sector y una articulación efectiva con los pescadores artesanales.
En esto también hay un gran detalle. Ya que ha costado muchos años articular efectivamente con los pescadores industriales la investigación científica de la anchoveta, que hoy entusiasma con una perspectiva de sostenibilidad. Pero en el caso de la pota y la pesca artesanal, la cosa es diferente. De partida nomas, los peruanos deberían saber, que mientras la flota industrial anchovetera viene pagando derechos de pesca, que incluso han servido para hacer cruceros de investigación del calamar gigante, la pesquería artesanal de pota, no paga ni un sol de derechos de pesca.
Ni hablar de lo que significa para los científicos una pesca exploratoria o una operación “Eureka”, frente a la falta de comprensión de los patrones y los pescadores de la pesca artesanal del calamar gigante. Ni hablar, tampoco, de como gobiernos anteriores distribuyeron los derechos de pesca a las regiones, reduciendo el uso efectivo de estos fondos para el sector, y lo último aparentemente ya solucionado (gracias al Congreso) para el 2026, que fue quitarle el total uso de estos derechos.
En este marco, la educación del pescador artesanal sobre como colaborar y coordinar con las entidades científicas, para que juntos puedan asegurar la sostenibilidad de sus recursos, es un tema que se impone sin lugar a dudas.
En medio de este panorama desalentador, surge una perspectiva alentadora. Mientras en Paita se violan las leyes, dañando la propiedad privada y chantajeando al estado con terror, la Cooperativa Pesquera “Jehová es mi pastor, nada me faltará” de La Tortuga, prepara sus embarcaciones para viajes pioneros. No protestan por lo que no hay; van en busca de lo que puede haber.
Esta cooperativa, tras un riguroso proceso de formalización ante PRODUCE, DICAPI y SANIPES, y habiéndose inscrito en la Organización Regional de Ordenamiento Pesquero del Pacífico Sur (OROP-PS), se alista para zarpar más allá de las 200 millas náuticas. Su objetivo es extraer pota en aguas internacionales, un área donde hoy opera una flota extranjera, mayormente china, sin competencia. Esta iniciativa es un hito para la flota artesanal peruana. Demuestra que existe una alternativa a la pugna por la cuota dentro de nuestras aguas: con innovación, audacia y cumplimiento de la normativa internacional. La cooperativa no solo está ampliando el horizonte de operaciones, sino que está contribuyendo a la presencia soberana del Perú en aguas distantes.
Pescar más allá de las 200 millas es una oportunidad, para demostrar que la flota artesanal puede competir de igual a igual con la flota extranjera, o finalmente convencerse de que requiere mejores condiciones para competir. Ya que el régimen artesanal limita la eslora, la bodega y la mecanización, además de otras características pesqueras de un barco que no puede tener más de 15 metros.
En Chile, por ejemplo, para competir con Perú y China, no solo se debaten cuotas; se trabaja de manera coordinada con pescadores, industriales y el Estado para posicionar al calamar gigante en los mercados internacionales con un enfoque de sostenibilidad y valor agregado.
Mientras en Perú la discusión a menudo se reduce a “cuánto pescar”, Chile avanza en la pregunta de “cómo y para quién pescar”. Buscando diferenciar su producto, asegurando al mercado que proviene de una pesca sostenible, lo que puede traducirse en mejores precios y una actividad económica más estable. Es una lección de visión estratégica: no solo en extraer más, sino crear más valor, y hacerlo de manera responsable.
El conflicto de la pota en el Perú tiene villanos. Pero no están en el IMARPE, que intenta aplicar el principio precautorio con las herramientas que tiene. Tampoco en el Viceministerio, que debe balancear intereses contrapuestos. Mucho menos en la academia, con científicos como Icochea, que expone una perspectiva diferente desde su experiencia y la limitada capacidad para investigar que le da la universidad.
El problema es sistémico. Y comienza con la falta de una visión integral de los pescadores, patrones y armadores poteros, que debe esforzarse urgentemente por integrarse, a una ciencia adaptativa, al diálogo social e intercambio de conocimientos con científicos, pasando por incentivos a la innovación por parte del estado, y la comprensión de la necesidad de agregar valor para competir en un mercado, donde otros tienen la ventaja o se están preparando para competir con nosotros.
Tal vez me quedo corto en el análisis, ya que los calamares de Humboldt han prosperado desde hace muchos hace años, desde que sus principales depredadores, los cachalotes y grandes tiburones, han sido objeto de nuestras capturas, hasta casi desaparecerlos. Tal vez, hay más pota que la que los científicos pueden ver, considerando que ahora somos sus únicos depredadores.
Pero tengamos claro, que el camino de la protesta y la gestión cortoplacista, conduce al colapso y al fin de miles de empleos. El otro, el de la ciencia, el diálogo, la innovación y la sostenibilidad, es difícil, requiere liderazgo; pero conduce a una pesquería próspera y resiliente. Comprender esto definirá si el calamar gigante será una bendición duradera o una oportunidad perdida.