Naylamp y los navegantes del poniente
Autor: Francisco J. Miranda Avalos, Presidente de la Junta Directiva de Oannes
sábado 20 de diciembre de 2025
La historia y sus innumerables incógnitas me fascinan, por lo que siempre he tratado de encontrar respuestas razonables. Y la lectura de diversos textos es una distracción a los temas del día a día, pero en mi fascinación el mar es omnipresente. El Océano Pacífico, lejos de ser una barrera insalvable, fue al parecer, para civilizaciones antiguas, una gran vía de comunicación. Esto no es nuevo. Para Heyerdahl: "Las fronteras no existen, y los océanos no son barreras, sino carreteras".
Hace algunos años, leí el libro: "1421: El año en que China descubrió el Mundo", escrito por Gavin Menzies, un excomandante de submarinos de la Marina Real Británica, que desató una enorme controversia (y fascinación) al proponer que las flotas del almirante eunuco Zheng He, de la Dinastía Ming, no solo llegaron a África, sino que circunnavegaron el globo, estableciendo colonias en América y cartografiaron el mundo antes que Colón. Pero qué tal si estos navíos de la flota de la Dinastía Ming, solo recorrieron rutas ya conocidas desde hace varios siglos?
La intrigante cultura Muchik de la costa norte del Perú, con su avanzada tecnología y su peculiar lengua, emerge como una pieza clave en la reescritura de la historia precolombina. Por lo que explorar audazmente la hipótesis de un contacto transoceánico prolongado entre el Perú antiguo y las culturas del Sudeste Asiático, posicionando al Muchik no solo como un idioma, sino como la posible lengua matriz de la primera red comercial transpacífica, suena posible.
Los ecos del sur de Asia en el Muchik, podrían ser mas que interesantes. La lengua Muchik, lamentablemente extinta, ha sido descrita por cronistas como Fernando de la Carrera (1644) como un idioma de fonética compleja y peculiar. A diferencia de sus vecinos andinos, el Muchik exhibía características que recuerdan a las familias lingüísticas del sudeste asiático:
Su fonética de "Boca Cerrada" y fricativas, son señales. La palabra “fricativa” proviene del latín “fricare” que significa “frotar” “rozar” “restregar”. Así, los sonidos que se pronuncian dejando escapar el aire de manera que se produzca cierta fricción en los órganos bucales, se les llama “fonemas fricativos”. El Muchik poseía sonidos como la "f" y vocales que se pronunciaban con los dientes apretados, similares a la vocal "ư" del vietnamita o a ciertos fonemas de las lenguas Hmong-Mien [1]. Esta complejidad contrasta fuertemente con la pureza vocálica del quechua. Palabras como "Ni" (agua) en Muchik resuenan con raíces asiáticas para líquidos [2].
Mientras el quechua es aglutinante, el Muchik muestra rasgos de lenguas aislantes, donde el significado se modula por el orden de las palabras o partículas, similar al chino o vietnamita. La existencia de nombres cortos para la élite, como "Cie" (señor), sugiere una conexión con el "Zi" o "Shi" de la nobleza china [3]. El sofisticado sistema de honoríficos Muchik también encuentra paralelos en las culturas asiáticas [4].
La cerámica Moche (Muchik) es famosa por su realismo extremo. Los "huacos retrato" no solo muestran una maestría escultórica similar a la de las dinastías Han o Dong Son, sino que representan rasgos faciales (ojos con pliegue epicántico, barbas ralas) y cráneos alargados que guardan paralelos estéticos con élites del Pacífico occidental [5]
Las plantas y animales domésticos actúan como "testigos genéticos" de estos antiguos contactos. El camote (Ipomoea batatas) llamado en Muchick "Kumara" y en la Polinesia también (Maorí: kumara) es una de las pruebas más interesantes de un posible contacto [5]. Estudios genéticos sugieren que el camote polinesio provino de Sudamérica, sugiriendo un viaje de ida y vuelta a través del Pacífico.
La genética revela que el algodón (Gossypium barbadense) cultivado en Perú es un híbrido de una especie americana y otra asiática. La única explicación es el transporte de semillas a través del océano, hace miles de años [6]. La existencia de razas de perros sin pelo idénticas en Perú (el "Perro Calato") y China (el "Crestado Chino") con la misma mutación genética es una coincidencia difícil de ignorar. Estos perros, fáciles de mantener en viajes largos y con propiedades medicinales compartidas (uso como fuente de calor), eran compañeros ideales para navegantes transoceánicos [7].
Otra evidencia interesante es la tecnológica, existiendo a ambos lados del Pacifico, verdaderos maestros de la metalurgia y la navegación. Los Moche dominaron la técnica de la "cera perdida" y el "dorado por desplazamiento" (tumbaga) para crear piezas de cobre que parecían oro puro [8]. Estas técnicas eran pilares de la metalurgia de la Edad de Bronce en la Cultura Dong Son (Vietnam) y en el sur de la China, donde el cobre arsenical era también predominante [9].
Las balsas peruanas no eran simples flotadores. Las "guaras" (quillas móviles) permitían navegar contra el viento, una tecnología casi exclusiva de la costa peruana y del Sudeste Asiático [10]. Este dominio de la hidrodinámica supera incluso las capacidades de los grandes barcos de la Dinastía Ming de Zheng He para navegar de bolina, como señaló Gavin Menzies [11].
La evidencia arquitectónica y cosmológica también es notable, ya que revelan una cosmovisión compartida; en la idea de Templos-Montaña y observatorios de estrellas. Huacas como la del Sol y la Luna en el Perú, con sus plataformas escalonadas de adobe y rampas laterales, son estructuralmente análogas a los templos-montaña del Sudeste Asiático (como Borobudur en Java o las estructuras Champa en Vietnam) [12]. La práctica de marcar cada ladrillo para identificar su origen tributario también encuentra ecos en el sudeste asiático [13].
Astronomía y Astrología: La adoración de la Luna como deidad suprema por los Moche, su dependencia de las Pléyades como calendario agrícola y de navegación, y la observación de "constelaciones oscuras" en la Vía Láctea, son prácticas que tienen profundos paralelos en las culturas marítimas del Pacífico Occidental y la Polinesia [14]. La orientación de las Huacas hacia eventos celestes clave subraya su rol como observatorios y marcadores de rutas.
Sin embargo, la mitología es más que interesante, ya que ningún relato personifica mejor esta "Primera Globalización" que la leyenda de Naylamp. Según la tradición oral recogida por cronistas como Cabello de Balboa, este personaje llegó a las costas de Lambayeque liderando una flota de barcos desde el poniente. Lo más significativo de su llegada fue la introducción de un ídolo tallado en una piedra verde, llamado Yampallec.
En el Sudeste Asiático y China, el jade (nefrita y jadeíta) no era solo un mineral, sino la "piedra de la inmortalidad", el vínculo entre lo terrenal y lo divino. El hecho de que Naylamp trajera un ídolo verde sugiere una transferencia de este valor simbólico. En el Perú, al no haber depósitos naturales de jadeíta como en Asia, los Muchik buscaron "espejos minerales" en la turquesa, la sodalita y la crisocola, otorgándoles el mismo estatus sagrado para sus máscaras funerarias y objetos de élite [17].
Esta obsesión por el color verde está intrínsecamente ligada a su metalurgia avanzada. Los Muchik descubrieron que la corrosión del cobre producía carbonatos verdes (malaquita), por que es posible que crearan una conexión visual entre sus metales preciosos y las piedras sagradas. Al igual que en la dinastía Zhou en China, el control sobre los minerales de color verde (bronce oxidado o piedras talladas) era el signo supremo de autoridad política y religiosa [18].
Thor Heyerdahl demostró con el Kon-Tiki (1947) que los océanos son uniones, no barreras, y que las corrientes son "carreteras" [15]. Si bien la teoría de Gavin Menzies sobre la flota de Zheng He en 1421 es controversial, su premisa de un conocimiento chino de rutas americanas se nutre de la misma idea: los contactos transpacíficos fueron posibles y, muy probablemente, se mantuvieron a lo largo del tiempo.
Menzies sostiene además en su libro, que los chinos trajeron aves de corral a la costa del Pacífico mucho antes que los europeos. Se refiere a las gallinas "Kollonca" y "Quetros" de Chile y Perú, que ponen huevos de color azul/celeste. Siendo una característica genética que Menzies vincula directamente con razas de gallinas del sudeste asiático. Los Moche representaron aves en su cerámica con un detalle asombroso. Si el Muchik era la lengua comercial, el intercambio de aves exóticas habría sido parte del "paquete tecnológico" asiático que llegó a nuestras costas.
Menzies también menciona que se han encontrado rastros de plantas asiáticas en zonas específicas de América que no pudieron llegar por aire o corrientes marinas de forma natural. Entre ellas el arroz o el jengibre (kion). Y cita la presencia de variedades de arroz silvestre en zonas de contacto que genéticamente se asemejan más a las especies cultivadas en el sur de China que a las nativas americanas. Y existen registros arqueobotánicos de raíces similares al kion en contextos antiguos de la costa. En el vocabulario Muchik, la clasificación de plantas medicinales era muy rigurosa, lo que sugiere un conocimiento botánico importado o altamente especializado.
Pero la prueba más interesante de Menzies es un argumento biológico basado en la helmintología (el estudio de parásitos): Se han encontrado huevos de Anquilostomas (Hookworms) en momias precolombinas. Estos parásitos no pueden sobrevivir al frío extremo del Estrecho de Bering; solo pudieron llegar a América en los intestinos de personas que viajaron por mar en climas cálidos o templados. Esto refuerza la idea de que los hablantes de Muchik llegaron por la ruta del Pacífico Central/Sur, y no por el norte helado.
El uso de flores ornamentales en la costa norte y rituales con el hibisco (flor de jamaica) son paralelos con Asia (rosa de china). Menzies apunta que ciertas variedades de hibiscus cruzaron el océano en barcos, ya que sus semillas pierden viabilidad rápidamente si se sumergen en agua salada por mucho tiempo; debieron ser transportadas y cuidadas en cubierta.
Todos estos elementos apuntan a que el Muchik pudo haber sido el idioma operativo de estas redes, facilitando el intercambio de conocimientos y bienes, pudiendo ser una lengua matriz de una civilización transpacífica. La cultura Muchik, con sus avanzados conocimientos de astronomía, navegación, metalurgia y una peculiar arquitectura de pirámides truncas, presenta un conjunto de evidencias que apuntan a un origen cultural influenciado por, o en estrecho contacto con, las civilizaciones costeras del Sudeste Asiático.
El Muchik, con sus similitudes lingüísticas, biológicas y tecnológicas con Asia, no sería solo una lengua local, sino la probable lengua matriz de una élite navegante y comercial que estableció la primera globalización del Pacífico. Su eventual desaparición posiblemente se debe a la presión del quechua (lengua de un imperio terrestre expansivo) y la posterior colonización española, que diezmó las culturas costeras.
Los Muchik, sus embarcaciones, sus huacas y su lengua, nos recuerdan que la historia de la humanidad es una historia de movimiento, intercambio y de cómo los océanos, lejos de separar, han sido siempre los grandes puentes para la conectividad y la evolución cultural. El Pacífico fue su mar interior, y el Muchik, el idioma de un mundo mucho más conectado de lo que imaginamos.
Referencias Bibliográficas Revisadas
[1] Carrera, F. de la. (1939 [1644]). Arte de la lengua yunga (Ed. de R. Altieri). Universidad Nacional de Tucumán. (Obra original publicada en Lima por Joseph de Contreras).
[2] Torero, A. (2002). Idiomas de los Andes: Lingüística e historia. Editorial Horizonte / IFEA.
[3] Cerrón-Palomino, R. (1995). La lengua de Naimlap (reconstrucción y obsolescencia del muchik). Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
[4] Kauffmann Doig, F. (2002). Historia y arte del Perú antiguo (6 tomos). Ediciones PEISA.
[5] Clarke, A. C., et al. (2018). Genomic evidence for ancient trans-Pacific voyaging. Nature Plants, 4(11), 899-906. https://doi.org/10.1038/s41477-018-0284-y
[6] Pickersgill, B. (2007). Domestication of Crops in the Americas: Insights from Mendelian and Molecular Genetics. Annals of Botany, 100(5), 925–940. https://doi.org/10.1093/aob/mcm193
[7] Beresford-Jones, D. G., et al. (2011). The dog in the pre-Columbian Andes. En: The Archeology of Central and South America. Cambridge University Press.
[8] Lechtman, H. (1984). Pre-Columbian Surface Metallurgy. Scientific American, 250(6), 56-69.
[9] Higham, C. (2002). Early Cultures of Mainland Southeast Asia. River Books.
[10] Heyerdahl, T. (1950). The Kon-Tiki Expedition: By Raft Across the South Seas. Allen & Unwin.
[11] Menzies, G. (2002). 1421: The Year China Discovered the World. Bantam Press.
[12] Moseley, M. E. (2001). The Incas and their Ancestors: The Archaeology of Peru. Thames & Hudson.
[13] Canziani Amico, J. (2012). Ciudad y territorio en los Andes: Contribuciones a la planificación del desarrollo. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
[14] Urton, G. (1981). At the Crossroads of the Earth and the Sky: An Andean Cosmology. University of Texas Press.
[15] Heyerdahl, T. (1978). Early Man and the Ocean: A Search for the Beginnings of Navigation and Seaborne Civilizations. Doubleday.
[16] Torero, A. (1986). Deslindes lingüísticos en la costa norte peruana. Revista Andina, 4(2), 523-548.
[17] Pillsbury, J. (Ed.). (2001). Moche Art and Archaeology in Ancient Peru. National Gallery of Art / Yale University Press.
[18] Liu, L., & Chen, X. (2012). The Archaeology of China: From the Late Paleolithic to the Early Bronze Age. Cambridge University Press.




