Fuente: La Nacion, Santiago de Chile

Chile - El año del ducto: La nueva planta de celulosa de Celco en el Itata

Carla Alonso

lunes 27 de febrero de 2006

Nueva Aldea es la gran apuesta del conglomerado económico que encabeza Anacleto Angelini. La Corema del Biobío aceptó la construcción del ducto que llevará al mar los residuos del complejo. Mientras, pescadores y agricultores ven amenazada su fuente de trabajo. Y especulan sobre la posible contaminación del agua. La empresa despeja las aprensiones con un intenso trabajo con la comunidad. Celulosa Arauco aprendió la lección de Valdivia.

Boca Itata. Comuna de Trehuaco. El escenario es bucólico a rabiar. Está atardeciendo y los rayos dorados forman un reflejo encandilante sobre las aguas del río Itata, que en esta época luce un caudal muy bajo. Nada hace pensar que en invierno el riachuelo crece inundando las “vegas” donde los campesinos desarrollan agricultura de “subsistencia”. Papas, maíz y trigo, básicamente para el consumo casero.

Cada mañana, en la desembocadura del Itata, familias completas tiran mallas en busca de cauques, lisa, corvina, róbalo, lenguado, choritos y cholgas. A vista y paciencia de las bandadas de buitres que custodian el lugar. Los míticos cisnes de cuello negro que alcanzaron a huir de Valdivia reposan cerca de los islotes del río. Aparentemente, libres de toda amenaza. O al menos eso creen ellos.

En dirección a la costa marcan presencia las “cuatro” familias de Boca Itata: los Vargas, los Cisternas, los Saavedras y los Ceballos. Interrumpiendo la calma paradisíaca, aparecen carteles que rezan “No al ducto” o “Esta tierra no se vende”.

PROPIETARIOS EN PIE DE GUERRA

Una turba de críos de diversas edades corre en fila a campo traviesa. Dan vueltas alrededor de los autos 4x4 mientras gritan: “Sí a la vida, no al ducto. Sí a la vida, no al ducto”. Son unos veinte. O más. Se trata de la cuarta o quinta generación de la familia Ceballos, quienes estrujan con vitalidad los últimos días de vacaciones. Cerca de cien personas que veranean desde siempre en la ribera norte del río Itata.

La posición del clan Ceballos –compuesto por diez hermanos– es tajante. Soledad, una de ellas, cuenta que viene al lugar desde que tiene uso de razón. “Mi madre vivía ocho meses del año acá. Trabajaba la tierra y luchó por traer luz a Boca Itata. Nos vamos a oponer al ducto de Celco. Como sea. Iré a pincharles el tubo cuando esté instalado si es necesario”, dice Soledad con una convicción poco vista en la zona.

La mujer de 60 años recorre el lugar donde habitan los pescadores artesanales de Boca Itata. “La situación de esta gente es caótica. No son propietarios, sino gente que un día ocupó tierras del mar. Pero el terreno lo compró Celco y tienen que irse todos. Están peleando por esto, pero sacan poco. Es gente que no sabe leer ni escribir”.

Soledad, junto a representantes de otros clanes del Itata, están en pie de guerra luego de que la Corema del Biobío aprobara la construcción del “emisario submarino” (ducto) de la planta Nueva Aldea, de Celulosa Arauco (Celco).

Todo indica que la construcción del ducto estará lista a fines de 2007. Pero la planta comenzará a operar pronto y lanzará sus residuos al río Itata. Autorización de Corema mediante, este hecho tiene con los pelos de punta a los oriundos del valle del Itata.

TIEMPO DE DUCTOS

Lo cierto es que los dilemas no parecen terminar para la planta Nueva Aldea de Celulosa Arauco: al accidente radiactivo provocado por una empresa contratista –que gatilló graves heridas a un operario que se recupera en Francia– se sumó el conflicto que mantiene la Municipalidad de Chillán con la Compañía General de Electricidad (CGE). Una pugna que podría significar que la planta se quede sin energía antes de entrar en funcionamiento.

Sin embargo, este clima no desacelera la construcción de la planta de celulosa, que ya presenta un avance del 70%. Ubicada en la cercanías de Ranquil, ya tiene fecha para su puesta en marcha: entre junio y julio de este año.

El bautizado Complejo Forestal e Industrial (CFI) Nueva Aldea –ex Itata– tiene una capacidad de producción de 856 mil toneladas y una inversión que bordea los 1.400 millones de dólares. Hoy tiene en marcha su aserradero y su planta de trozado y terciado, y cuenta con el visto bueno de la Corema para construir el ducto al mar de esa planta.

El “emisario de la discordia” –que alimenta todo tipo de fantasías en la mente de los lugareños– saldrá en las cercanías de Trehuaco, por la ribera norte del río Itata. Mide unos 53 kilómetros y contempla una inversión estimada de 60 millones de dólares. Una vez operativa, se transformará en la planta más importante de Celco. Y su impacto económico, calculan, generará ingresos por 500 millones de dólares al año.

Pero podría chocar con los tratados internacionales, como piensa el ingeniero de la Universidad de Concepción, Ricardo Merino: “Con el ducto Chile podría violar el Tratado del Pacífico para disminuir la contaminación del mar”. A lo que responde el director de la Corema de la Octava Región, Bolívar Ruiz: “El convenio al que se refiere es la Convención de Lima. Pero eso no impone obligaciones a las empresas, sino al Estado. Y Chile ha dado sobrado cumplimiento de las normas en ese aspecto”.

CELCO A CARA LAVADA

Hoy, el complejo Nueva Aldea emplea a más de seis mil personas. Una vez que la planta comience a operar, quedarán cerca de mil trabajadores.

La historia de Nueva Aldea se remite al año 2000, cuando la empresa ingresó un estudio para una planta para producir 550 mil toneladas. Pero pasó lo mismo que con Valdivia: se estaba construyendo algo distinto a lo declarado en el Estudio de Impacto Ambiental (EIA). Nueva Aldea fue sancionada y estuvo paralizada. La empresa reingresó el año pasado un nuevo estudio para construir una planta de 850 mil toneladas. Lo que vino después fue la exigencia de que la empresa construyera un ducto para verter los residuos al mar.

Pero los avances de la planta no sólo apuntan al tema técnico. El trabajo de participación ciudadana, que incluye reuniones varias con las comunidades, se ha vuelto una prioridad para la empresa.

“Las lecciones aprendidas en Valdivia no pasaron en vano”, aseguran al interior de Celco. “Antes era impensable reunirnos con todas las juntas de vecinos. El lema era producir y producir”, explica una fuente de la planta de Nueva Aldea.

Los testimonios de los lugareños así lo confirman: “Nos invitan a visitas a la planta. A veces te dan hasta almuerzo. Además, han financiado un bibliomóvil, una gimnasio y varias fiestas, como la del membrillo”, dice Domingo Cisternas, pescador artesanal y agricultor de Boca Itata.

Pese a los esfuerzos de la empresa, los habitantes de Trehuaco, Cobquecura y Coelemu siguen preocupados por el impacto que puede tener la instalación del ducto para el ecosistema del valle del Itata.

PSICOSIS LOCAL

Una de las inquietas es Elcira Águila, oriunda de la zona. “Vengo recién llegando de la posta, y me encuentro con el ducto. Imagínese, yo soy nacida y criada aquí”. Al encuentro en la casa de Elcira se suma Renato Vargas, agricultor y ganadero de Boca Itata. Nacido y criado en la zona, y propietario de 25 hectáreas, a él le preocupa la crecida del río en el invierno. “Lo baña todo. ¿Qué va a pasar con las plantaciones de papa, maíz y trigo si las aguas del río vienen contaminadas? Viene la malformación”, dice Vargas echando a volar su imaginación. “Si esto se contamina tenemos que arrancar de nuestra propia casa. Nadie nos apoya. La excepción es el alcalde de Cobquecura”. Elcira pucherea al escuchar a su hijo Renato.

La voz de Soledad Ceballos también se hace presente. Agrega al debate el potencial riesgo para la salud de las personas: “Toda la gente de la ribera del río Itata saca aguas de él para su consumo personal. Y ahora va a tener los residuos de la empresa. No tenemos de dónde sacar agua”.

En rigor, cerca de 40 mil personas dependen del río Itata para el uso y consumo del agua. Bolívar Ruiz, director de la Corema de la VIII Región, dice que la salud de la población está totalmente garantizada en el Estudio de Impacto Ambiental de la empresa. “Con las condiciones de monitoreo y de producción de celulosa –que se establece de acuerdo al caudal del río– se garantiza la calidad de la agricultura y de los recursos marinos. Hoy, todo lo demás es especulación”.

Ruiz explica que la Resolución de Calificación Ambiental estará a mediados de la próxima semana en las oficinas de Celco. Si la comunidad presenta un recurso de reclamación, “es seguro que quedará para el próximo Gobierno”. Y quizás bajo la lupa del prometido Ministerio de Medio Ambiente.

Progreso versus conservación. Ante este dilema, Luis Cuevas, alcalde de Trehuaco, cree que siempre hay un antes y un después: “El antes es sentir de que esto era un territorio virgen y que hoy es intervenido. En la mente de los campesinos impera una intranquilidad sicológica y social. Lo que manifiesta la industria, de que el grado de contaminación es mínimo, no es creíble por la comunidad”. LND


Charles Kimber, gerente de Asuntos Corporativos y Comerciales de Celco

“APRENDIMOS LA LECCIÓN EN VALDIVIA”

–Nueva Aldea equivale a tener cuatro plantas en un mismo lugar. En ese sentido, no es comparable con Valdivia.

–Es comparable al proyecto de Horcones, que está en Arauco. Ahí tenemos dos aserraderos, una planta de terciado y una de celulosa.

–¿Cómo interpretan el rechazo que genera el ducto en la comunidad?

–Le hemos explicado a la gente cuál es su funcionamiento, cuál es el impacto que tendrá la construcción del mismo y cómo es el proceso de dilución del efluente en el mar. Hemos tenido buena recepción, pero hay gente que está en contra del proyecto per se. Hay un grupo de Cobquecura que se opone, pero esa comuna no es afectada por el ducto, sino que Trehuaco y Coelemu.

–¿Los avances de la empresa también apuntan a mejorar el trabajo con la comunidad?

–El trabajo que estamos haciendo con la comunidad es el reflejo de las lecciones que aprendimos por lo que nos sucedió en Valdivia. Hoy existe un esfuerzo para tener una relación mucho más cercana con las comunidades, con el mundo pesquero. Años atrás eso era impensable. Pero hoy es importante establecer diálogos.

–¿Cómo se le garantiza a la gente que no habrá impacto para su salud?

–El Sistema de Impacto Ambiental es quien da esas garantías. La autoridad ambiental también ha aprendido y no va a tomar riesgos innecesarios.