Fuente: El Diario, Santiago de Chile

Chile - La continuidad territorial del mar de Chile

Jorge Martínez Busch

miércoles 26 de abril de 2006

(Publicado : 26/4/2006, 5:37 horas) La ofensiva de Bolivia tendiente a lograr su objetivo político de obtener un salida soberana al Pacífico en el litoral chileno refleja una posición extrema dentro de una gama de posibilidades que hagan factible alguna solución intermedia entre ésta y la posición chilena. La búsqueda de esa solución no puede significar entregar territorio nacional con su soberanía correspondiente. En un proceso de acercamiento, estas dos son posiciones diametralmente opuestas.

El problema se encuentra en que los conductores políticos bolivianos demuestran una total falta de realismo político al sostener un objetivo irreal e irrealizable, por la sencilla razón que sus términos chocan con un interés vital para la contra parte como lo es la continuidad del territorio chileno, desde el límite con el Perú hasta el Polo Sur.

La continuidad del territorio nacional la da el mar en el territorio marítimo. Y este mar, que es el centro de la unidad espacial, no permite soberanías extrañas en su cuidado, administración, regulación y explotación. Esto responde a múltiples tratados internacionales que obligan al estado litoral a desarrollar tareas específicas de alcance nacional, regional y mundial, de manera que las acciones que se desarrollen en este espacio siempre estarán sometidas al Derecho, sean internacional o nacional.

Quienes piensan en que sería posible establecer un enclave territorial olvidan que cada vez que se han establecido han abierto una fuente permanente de conflicto para las partes, además que de ese espacio debe desprenderse mar territorial, zona contigua y la zona económica exclusiva correspondiente. Y agreguemos que estos espacios forzosamente deben requerir autoridades que cumplan con las normas del derecho respectivas, lo que significa autoridad marítima, policía y finalmente una Armada. Es decir, la solución territorial no es solución y, por supuesto, tampoco alguna que implique soberanía propia o compartida.

En sus ejes principales, la ofensiva boliviana está claramente configurada y por supuesto que estos ejes son preocupantes, porque comprometen el tiempo de la diplomacia, de las autoridades y del propio gobierno en atender al desarrollo de esta ofensiva, la que no debe subestimarse y a la cual debe prestarse una cuidadosa atención. La acción diseñada es triple: una en las conversaciones bilaterales con Chile que tienen como fondo obtener el objetivo político explicitado de una salida soberana al Pacífico; otra, en utilizar a la OEA como foro internacional para difundir el planteamiento boliviano y en donde , sin duda, ya el tema debe estar coordinado con otros países para reforzar esta posición; y la tercera, en trilateralizar el tema al involucrar a Perú, sobre la base de explotar el planteamiento del presidente Toledo de desconocer el límite marítimo con Chile, claramente existente, vigente y validado por instrumentos internacionales reconocidos.

En una visión objetiva esta realidad configura una agresión a Chile. Basta pensar en todo lo que ha significado la planificación, la coordinación interna y el manejo de las declaraciones, para concluir que ella obedece a un plan largamente preparado y que conlleva una inamistosa actitud que contrasta con las declaraciones de buena crianza vertidas a la prensa por las autoridades bolivianas. Es más, habría una intervención en los asuntos internos de Chile al plantear que el envío de un nuevo representante se enmarca en una gestión tendiente a que finalmente esta ofensiva logre su propósito, al tratar de imponer la diplomacia de los pueblos por sobre la conducción que las corresponde a las autoridades legítimas. Desgraciadamente, el abandono de las enseñanza de la historia y la geografía en nuestro medio podría ayudar a este objetivo, al lograr movilizar a cierto público altamente ideologizado. Por otra parte, este desconocimiento ha llevado a que algunos actores públicos hagan declaraciones poco informadas y que en la historia de las resoluciones de las controversia internacionales después son empleadas como argumentos a favor de los otros.

Hay que dejar en claro que el problema es de Bolivia y la solución, si así lo quiere Chile, se encuentra en el medio de esta gama de dos extremos opuestos. Y la solución nacional ya está expresada: integración económica, convenios educacionales , desarrollos fronterizos efectivos y responsables, entrenamiento policial, red viales modernas y resistentes y una legislación que, cautelando los intereses nacionales, facilite el uso de los puertos. Pero siempre recordando que es el mar el que le da continuidad al territorio nacional.

(*) El autor Director del Instituto de Estudios del Pacífico. Universidad Gabriela Mistral.