
Fuente: La Nacion, Santiago de Chile
Chile - Y ese mar que tranquilo nos... separa
BOLIVIA-CHILE: EL CHOQUE DE LAS EXPECTATIVAS
Raúl Sohr
lunes 27 de marzo de 2006
Donde hay voluntad hay un camino. Si Bolivia y Chile están dispuestos a apostar por un futuro de cooperación, con paciencia y buena voluntad, encontrarán una fórmula satisfactoria para ambos Estados y, por supuesto, para sus pueblos, como lo exige la diplomacia ciudadana.
La buena noticia es que Chile y Bolivia quieren reanudar relaciones diplomáticas y estrechar lazos económicos. La mala noticia es que no saben cómo hacerlo. Los dos países tienen conciencia de cuánto los perjudica la distancia diplomática y comercial de las últimas décadas. La barrera insalvable, hasta ahora, es la reclamación boliviana por una salida soberana al Pacífico a través de territorio chileno. Más allá de los actuales gestos amistosos, tanto La Paz como Santiago carecen de una solución mutuamente aceptable.
El Presidente Evo Morales, en su visita a Chile con motivo del traspaso del mando a la Presidenta Michelle Bachelet, encantó a muchos chilenos con su sencillez y la nueva diplomacia sin exigencias ventiladas a través de la prensa. Para Santiago, las demandas de La Paz siempre han sido incómodas, así es que el nuevo estilo, de bajo perfil, fue bien recibido. La sorpresa mayor para Morales, durante su visita, fue encontrar a una masa de chilenos, en su mayoría de la izquierda extraparlamentaria, que asistieron al court central del Estadio Nacional para respaldarlo. Los presentes querían oír de los labios del primer Presidente indio sudamericano las denuncias contra el sistema neoliberal. A fin de cuentas, Morales tiene a su haber una trayectoria notable en el terreno de las luchas sociales: encabezó la insurrección que forzó la huida del Presidente Gonzalo Sánchez de Lozada y luego resistió a su vicepresidente Carlos Mesa, que terminó por renunciar. En ese encuentro surgió el grito que alcanzó hasta la última fibra del Mandatario boliviano: “Mar para Bolivia”, “mar para Bolivia”, coreado por miles de gargantas chilenas. Fue un gesto de amistad, de la voluntad latinoamericanista que caracteriza a la audiencia izquierdista. Pero era sólo una consigna. Tal como los republicanos españoles, en su momento, coreaban: “No pasarán” (los fascistas, claro). Era sólo una expresión de deseo, pues mal podían impedirlo con una absoluta inferioridad militar. “Mar para Bolivia” era como decir “Evo, amigo, el pueblo está contigo”.
EL DISCURSO
Morales parece haberlo tomado literalmente y en los últimos discursos habla del pueblo chileno como si tuviera una postura diferente de su Estado. Incluso, en un gesto de generosa exégesis histórica, llegó a disculpar al Estado chileno por la guerra contra su país. El jueves, en un discurso en La Paz con motivo del Día del Mar, afirmó que la Guerra del Pacífico “no fue una invasión del pueblo chileno, sino del imperio inglés que quería apoderarse de las riquezas”. En consecuencia, “en nombre de la hermandad entre los pueblos” se deben resolver “los problemas históricos”, y agregó: “Hemos visto estos días cómo el pueblo chileno se sumó para gritar ‘mar para Bolivia’, y es porque estamos viviendo el tiempo de los pueblos, y los gobernantes tenemos que escuchar al pueblo”.
Morales cometería un serio error de apreciación si cree que la postura mayoritaria de los chilenos es más abierta a las concesiones territoriales que la de sus autoridades. Más bien, podría ser a la inversa. El Gobierno del Presidente Ricardo Lagos buscó con ahínco una solución que fuese aceptable para Bolivia. De hecho, llegó a ofertar un puerto para las exportaciones de gas boliviano en que tanto el gasoducto como el embarcadero estarían bajo soberanía administrativa del país vecino. La opinión pública, entretanto, como se pudo juzgar en algunas encuestas, era menos generosa.
EL PLAN BOLIVIANO
Esta semana, el ministro de Relaciones Exteriores David Choquehuanca expuso, ante la Comisión Marítima del Congreso, el diseño de la estrategia para llegar al Pacífico. El primer paso es potenciar la “diplomacia ciudadana”, consistente en el acercamiento entre los pueblos para profundizar la conciencia sobre la reivindicación boliviana. En términos de los objetivos, hay una primera fase que busca obtener una soberanía sobre un puerto, sin que ello implique soberanía en el camino de acceso. La fase dos postula una “soberanía compartida” que incluiría la continuidad territorial del acceso, y finalmente, la tercera fase culminaría con el objetivo de una salida continua y plenamente soberana.
En todo caso, el canciller advirtió que estas propuestas están aún en fase de elaboración. Hay un cambio significativo en relación a gobiernos anteriores que estimaron que su mejor arma negociadora era el gas. La fórmula de gas por mar ya no aparece, pues La Paz concluyó que esa es una palanca poco eficaz. A la larga, arriesgaba con forzar a Chile a buscar otras opciones que, aunque más caras, resultaban más confiables que una energía condicionada a los vaivenes políticos.
Independientemente de sus fases, el plan boliviano tiene una falla estructural, pues omite un punto clave: ¿dónde quiere obtener el puerto? Si aspira a tener soberanía continua, el único lugar por el cual es viable es al norte de Arica, en cuyo caso, como es sabido, se requiere, por tratado, la anuencia peruana. Para complicar aún más las cosas, La Paz ha señalado que buscará cambiar el Tratado de 1904 y llama a una mayor injerencia por parte de la comunidad internacional.
Chile tiene la postura natural del país que no tiene nada que ganar con nuevas negociaciones. En consecuencia, su actitud es conservadora y deja que el gasto corra por cuenta de los interesados en alterar el statu quo. En una sociedad legalista por naturaleza, como la chilena, que le sugieran cambiar los tratados ganados fruto de una guerra, más que algo irritante, es una provocación. Chile tiene tratados fronterizos con Perú y Argentina y no tiene el menor interés en abrir nuevos flancos. Segundo, como todos los países que están en una posición fuerza, exige que todo reclamo sea hecho en el plano bilateral que le resulta más fácil de manejar. Es lo que hace EEUU con el resto del mundo. De manera que los llamados a involucrar a terceros en la relación chileno-boliviana son mal recibidos en Santiago.
LA PSIQUE CHILENA
En la elite política chilena hay un lugar común bastante anacrónico pero vigente: ningún Presidente puede entregar un país más pequeño que el que recibió. De manera que si Chile entrara en negociaciones territoriales con Bolivia, con toda seguridad exigirá compensaciones territoriales. Esto es algo que las autoridades bolivianas no perecen haber presupuestado. Luego, está la gran incógnita sobre quién será la/el Presidenta/e del Perú. La venia de Lima a un acuerdo duradero es determinante. Y Perú querrá ser parte de cualquier arreglo, en especial si es el norte de Arica. Lima exigirá participar en un polo de desarrollo que dinamice el decaído sur de su país.
El grueso de los chilenos entiende la reivindicación emocional de los bolivianos. Pero no toma en serio su argumentación. Cree que el tema marítimo es agitado para ocultar las verdaderas dificultades del país. Estiman que culpar al encierro marítimo por el subdesarrollo es una falacia. Como muestra de ello están las boyantes economías europeas de Suiza y Austria. Un puerto boliviano no tendría ningún impacto relevante. Es más, se señala que los exportadores e importadores bolivianos preferirán puertos chilenos si éstos resultan más económicos y rápidos. ¿A qué comerciante le importa la bandera del buque o el puerto? Lo que cuenta es el mejor precio para competir en el mercado y obtener ganancias óptimas. El patriotismo económico es un bien escaso. El puerto, en todo caso, no sería la primera prioridad, sino que el contacto físico con el océano atrae más a sus compatriotas, como lo señaló Morales en la celebración del Día del Mar: “Qué lindo sería que los bolivianos tengamos playas, qué bueno sería viajar allá un fin de semana para dejar nuestras penas y alegrías”.