
Fuente: Mas Mar, Madrid
España - Visita del 'Kruzenshtern', el Buque Escuela Ruso al puerto de Santander
CON SUS 114 METROS DE ESLORA PUEDE ALCANZAR LOS 20 NUDOS
miércoles 1 de octubre de 2003
'Pisando 'el acelerador', ajustando al máximo su capacidad velera, el buque-escuela ruso 'Kruzenshtern' se escora que da vértigo y puede alcanzar los 20 nudos de velocidad, lo que le hace ser uno de los navíos más marineros de su porte.
Ayer, este majestuoso buque de 114 metros de eslora, abandonó su atraque en el muelle de Albareda en Santander para llevar de excursión a alta mar a 200 pasajeros, los cuales regresaron a media tarde cansados, pero contentos como niños que han disfrutado de un juguete caro.
La travesía estuvo presidida por la incomunicación y un viento inconstante y caprichoso, típico del Cantábrico. La incomunicación la puso el idioma, insalvable entre españoles y rusos, los unos y los otros, y así cada uno se dedicó a lo suyo: unos a trabajar y otros, que abarrotaban la cubierta, a mirar. El viento, que roló varias veces, y las dimensiones del buque impedían que desde una punta se apreciara la otra y hacían que pasaran desapercibidas las maniobras, e incluso la orientación a bordo. A bordo del 'Kruz' la gente se perdía.
Desatracó el buque-escuela, a las 10.00 horas y salió de la bahía mecido por los brazos de los remolcadores 'Escota' y 'Thres', los mismo que le devolvieron al nido del muelle al cabo de siete horas. Una vez superada la isla de Mouro, la tripulación, dividida en cuatro brigadas, una por palo, procedió a izar velas -todas menos la mayor inferior, dos foques y las del mesana-, para lo cual se requirió la fuerza de 120 marineros. Las vergas se orientaban mediante chigres accionados a manivela. Fue en vano. Eran las 11 de la mañana y el débil viento sur amainó. El buque-escuela flotaba como un corcho en un barril. La situación se mantuvo durante una hora, tiempo que el pasaje pasó inspeccionando meticulosamente la cubierta, excepto el interior al que tenía prohibido el acceso.
El diálogo entre los oficiales y los contramaestres, a bocinazo limpio, había sido sustituido en el interés de los presentes por la guardia del
timón: cinco cadetes que continuamente ajustaban el rumbo girando la doble rueda... durante cuatro horas.
Con la desaparición del viento, vino la lluvia y con ella se extendió un toldo en el combés, detalle que los visitantes agradecieron. Allí se sirvió el rancho a mediodía -bocadillo de embutido, tetrabrick de fruta y una redundante pieza de fruta-, mientras los comentarios se bifurcaban: «qué pena que llueva» y «toma nota, que esto no se ve en la vida».
La sensación de mareo apareció cuando se estaba 'al pairo' frente a Galizano, pero sólo se registraron dos casos, porque la estabilidad del enorme buque era la nota dominante. A popa y a proa los cadetes fumaban y el pasaje también pero a un ritmo a años luz inferior. Se hace así. Cójase una enorme lata de conserva o lo que fuere y se pone entre dos bancos corridos.
Alrededor se sientan los cadetes, con el cráneo pelado y sus trajes de faena, y se van pasando el cigarrillo -único y socialista-. Cuando se termina uno, empieza otro hasta que la megafonía atrona una nueva orden.
Mientras el olor de la patata cocida trepaba por las escotillas, abajo, los pinches de cocina pelaban cientos de tubérculos y en cada monda se quedaba media patata. A popa, hubo tímidos trapicheos de gorras y hebillas, pero como la tienda 'oficial' estaba bajo el castillo de proa -gorras a 12 euros, camisetas a 10, tazas a seis-, el viaje se fue en un ir y venir de proa a popa cotejando artículos y precios.
Apareció el 'gallego', viento del noroeste, y la cosa se animó. El barco navegaba a ocho nudos y tomaba escora. Por el través de babor, ocho delfines se acercaron con rumbo de colisión, pero a 20 metros se esfumaron bajo la popa. Llovía y en torno a las 01.30 horas, a 20 millas de la costa, el viento roló y el barco lo siguió 180 grados al sureste. Ajustando al máximo las velas para una ceñida continua, ante una costa brumosa y carente de humanidad, el 'Kruzenshtern' enfiló la vuelta a Santander y tomó Peña Cabarga como referencia de la que ya no se apeó hasta que la ciudad se dignó a aparecer.'