Fuente: La Prensa, Ciudad de Panama
Panama - El Canal y la crisis del petroleo
David Méndez Dutary
martes 8 de noviembre de 2005
David Méndez Dutary
Uno de los temas que ha desaparecido temporalmente del tapete público es aquel que trata de la ampliación del Canal. Admitiendo dicho compromiso como de magna importancia, el Estado ha reconocido la necesidad de llevar a un plebiscito público la decisión final. Es la intención de este escrito aprovechar la situación actual de la economía mundial para traer un poco de luz a la comunidad nacional, considerando que somos los que saldríamos afectados por una mala decisión.
El tema de la ampliación del Canal de Panamá no es nuevo. Ya su constructor, Estados Unidos de América, con todo su poder económico y militar, lo había proyectado, llegando inclusive a realizar los estudios hidrográficos y de logística que en la actualidad sirven de base para lo que llaman el plan maestro. Dicho proyecto de ampliación respondía a las proyecciones de crecimiento de la economía mundial y de Estados Unidos, ya que la mayor aplicación del uso canalero es el transporte de costa a costa en Norte América. Desgraciadamente la Segunda Guerra Mundial provocó una crisis global de tal magnitud, que los planes de expansión fueron archivados por aproximadamente 30 años.
Cuando nuevamente los expertos consideraron que había llegado el momento de sacar de las gavetas el proyecto, al final de la década de los sesenta, a pesar de que el hombre colocaba una bandera en la superficie lunar y la economía estadounidense había recuperado sus mejores momentos, los elevados precios del petróleo causaron tal caos económico mundial, que los planes de ampliación una vez más volvieron a engavetarse.
Han pasado más de 20 años y nuevamente se vuelve a entusiasmar a los ingenieros canaleros con una futura ampliación, pero, como salida de la nada, estamos viviendo una crisis mundial de tal magnitud que podría superar las anteriores, no solo en el área del abastecimiento petrolero, sino también en el área de conflictos bélicos, terrorismo internacional, desastres naturales y deterioro del poder económico de la familia media estadounidense y de la panameña, que ahora le ha tocado sacar beneficio del Canal negado por casi 100 años.
Considero la prudencia utilizada en el pasado como el mejor ejemplo a seguir. La población está siendo golpeada con reformas tributarias, cambios en la seguridad social y recientemente los altos costos del petróleo que han incrementado la canasta básica. El desequilibrio social ha aumentado peligrosamente. Conclusión: el proyecto debe engavetarse hasta que sea superada la situación económica mundial.
El Canal está rindiendo 450 millones de dólares anualmente, además de otro tanto que no entra a las arcas de la nación. Los recursos del área revertida no los ha visto el pueblo, ¿que se han hecho recursos que triplican nuestra deuda externa? Panamá, con estos recursos, debería proponerse cancelar la deuda externa y así no depender de los prestamistas usureros internacionales, disponiendo del total de su presupuesto nacional. ¿Por qué ahora, en estos tiempos, es bueno vender nuestros puertos, aeropuertos, la producción de energía eléctrica, casinos, telefonía y el millonario negocio de la telefonía celular, cuando en otros tiempos fue bueno nacionalizarlos?
¿Quién se benefició de dichas ventas?
Creo que ha llegado el momento de que el pueblo hable y alto, pues los expertos no son confiables, educados en universidades donde sus planes de estudio son creados por las mismas instituciones financieras que tienen al planeta en los tiempos feudales.
Protejamos nuestros recursos, especialmente los naturales. Con el incremento incontrolable de la población mundial, no van a ser los equipos japoneses de sonido de última generación, ni los automóviles alemanes de alta tecnología, los que saciarán el hambre y la sed, sino nuestras fértiles tierras cultivables que no deben ser inundadas, nuestros lagos, ríos y quebradas que no deben ser contaminados, en espera de las futuras generaciones de nuestra bendecida nación.
El autor es médico pediatra neonatólogo




