
Fuente: La Industria, Chimbote
Peru - Chimbote: Pongamonos serios, mar para Bolivia
Juan Manuel Vial
miércoles 3 de diciembre de 2003
Por: Juan Manuel Vial (*)
Ultimamente, más por falta de tema que por otra cosa, he ventilado, mediante el diálogo, cierta inquietud geopolítica ante personas de rango muy variado:
hippies, camboyanas, borrachos, buscavidas, ignorantes, siúticos, profesionales y también, aunque cueste hallarla, frente a gente seria y respetable. El resultado, una vez sometido el asunto a discusión, ha sido
parejo: todos, con mejores o peores palabras, consideran que Chile, jamás, debiera conceder unos pocos metros de playa -y la consiguiente extensión
marítima- a Bolivia. Algunos de mis interpelados -las tres cuartas partes de ellos, para ser exacto- incluso reaccionaron con una vehemencia que rozó el mal gusto, luego de que yo, del todo ingenuo, expusiera mi posición.
La conclusión de este penoso ejercicio -quién me manda a hablar con el
prójimo- es la siguiente: para tranquilidad del Ejército, de la mayoría de los nacionalistas y de los derechamente panfletarios, Chile sigue siendo, hasta el tuétano, un país patriotero. Los miserables textos escolares -paradójicamente llamados "de historia"- han hecho su trabajo a la
perfección: sólo bastaba la monserga patriotera para convertirnos en inflamados y flamantes patriotas. Aunque, claro, la perversión implícita en todo esto resulta escalofriante, pues no hay patriota más rufianesco que aquel que formó el Estado.
La historia, como yo la veo -y que me perdonen los más eminentes historiadores, tanto los colegiales como los otros-, es más o menos así:
Chile ganó una guerra que no fue tan justa (hubo excesos vergonzantes a manos de la soldadesca chilena) y, a la vez, se embuchó el mejor negocio de toda su existencia republicana. No hay que olvidar que en los libros de historia serios, tanto europeos como norteamericanos, el asunto se conoce como "la guerra del salitre". Es más: varios de estos textos insinúan, abiertamente, que potencias como Inglaterra y Estados Unidos fueron vitales a la hora de que Chile consiguiera la victoria, con la evidente ventaja para los ciudadanos de esas naciones implicados en las millonarias componendas bélico-comerciales.
Imagino que todos estaremos de acuerdo en que no hay peor condena para un país marítimo que, de la noche a la mañana, perder ese mar. Tampoco nadie podría discutirme que Chile, en los últimos ciento cincuenta años, se ha construido, en parte importante, sobre la miseria de Bolivia. Y si hasta aquí todos coincidimos en lo mismo, ¿por qué nadie se detiene a pensar en lo horrible que resulta para los bolivianos la pesadilla boliviana? La respuesta es simple, asquerosa y brutal: "Porque los bolivianos se lo merecen".
Como la grandilocuencia siempre es útil en este tipo de arengas inflamadas, debo sostener, a riesgo de parafrasear a Chávez, que Chile tiene el deber moral -si se me permite expresión tan cargante- de dar a Bolivia una porción, no diremos de mar, sino que de subsistencia de última hora. El momento para comenzar a pensar en tan mínimo desembolso es justo ahora: no tan sólo Chávez anda con la cantaleta de la playa en Bolivia, sino que Brasil, amigo histórico de Chile, ya ha jugado su carta en favor de la causa boliviana. Es de esperar, entonces, que los genios de nuestra Cancillería no hayan recibido como única arma de reflexión la educación que, jamás gratuitamente, otorga el Estado.
(*) columnista de Las Últimas Noticias, de Santiago